¿Cuánto tiempo falta?
- Quinientos días
- Quinientos meses
- Quinientos años
¿Cuánto tiempo falta?
Antes me detenía a escribir las notas.
Pero mientras vas conduciendo también se te ocurren ideas. Especialmente en las autopistas, donde se supone que no puedas detener la dirección del tiempo. Y estacionarte. O andar en reversa.
La opción que me queda es: "Hey Google, remind me enunciarme a las 6pm -o tan pronto como llegue a casa" una serie de términos ininteligibles que pudiste almacenar en la nube mientras yo transitaba a 100km/h por debajo de ellas.
Y cruzar los dedos alrededor del timón mientras delineo mentalmente qué hay más adelante, tras las curvas de la carretera. Para ejercitar esa parte del cerebro que intentará después descrifrar estos garabatos de audio.
¿Habrá algo más peligroso que unos Dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?
El futuro lo estamos construyendo ahora, por más que intentemos dejar de participar en él.
Atuendo escolar comunista que se comercializaba en Hialeah para los alumnos que asistían a escuelas primarias en la Cuba socialista.
En nuestra sociedad está apareciendo una brecha (...) que separa a quienes están adquiriendo los conocimientos y habilidades necesarias para moverse en este mundo digital de los que no.
No es sólo el cruce de la fruta con leche y azúcar. Lleva dentro mucho polvo que le cae de encima o le atraviesa por los lados. Trazas efímeras que deberías degustar antes de que vuelvan hacia todas partes.
A Pedro Nariz González de la Caridad del Cobre le gusta colorear la mezcla con tonos bien raros. Vende lo mismo un batido de mango verde escarlata que un vaso de violáceo chillón.
Aunque a veces no tiene ni idea de las longitudes de onda que a la próxima multitud de clientes va a ofrecer, Pedro va y prepara los matices de inmediato. Agita el batido lo mismo con níquel veteado, que espolvorea manganeso fosfateado con extracto fluorescente.
Del que le gusta a las rocas que orbitan hacia su planeta a la hora de beber.
Tras casi una década sin escucharlo, me sumerjo en el mar de hierro.
Quiero, a propósito, seguir sin entender nada más allá de los instrumentos que convierten al océano en música.
Y comienzo a cantar en mi lengua frases improvisadas que rimen al compás del otro idioma. Superpuestas. Sin que necesariamente tengan sentido.
Cuando terminas asimilando que...
...comienzas a encontrar la realidad espeluznantemente atractiva.
El planeta terminó siendo tan pequeño que hizo falta un Nuevo Mundo más allá de donde se pone el Sol.
Es asombroso, ya ni siquiera somos capaces de imaginar el futuro, el día después de esta eternidad.
La libélula sugería que el río fluyese al ritmo de cada aletazo.
"No puedes parar de volar a tan baja temperatura"- mientras los témpanos comienzan a fundirse unos contra otros.
"Ya podemos caminar de un lado al otro, en cualquier sentido."
"Ya no hay río; no tiene sentido construir un puente sobre hielo sólido."
La libélula no estaba en lo cierto. Alguien es capaz de estarlo.
Nadie lo está.
El tiempo transcurrió sin que fueses capaz de apreciar del todo el esplendor de los sucesos.
Eres lo que recuerdas. Lo que haces. Lo que necesitas que vuelva a suceder.
El Sol es el mismo desde un punto de vista relativo. O tal vez no lo es.
Nos gusta tomar la aproximación más simple que sea representativa de la realidad. Pero si la naturaleza se empecina en complicarnos las cosas, no tenemos más remedio que buscar un nuevo modelo que describa mejor lo que ocurre.
Cuando lo necesites, puedes extender ambos brazos hacia el punto de despegue. Y dejarte llevar.
Dormir y dormir y dormir. Sin ningunas ganas de querer despertar.
Dormir para siempre. Y despertar donde siempre has tenido que estar. Más allá. Más adelante. Donde siempre eras joven, sin tener el apuro de aprovechar compulsivamente cada minuto del tiempo.
Te diriges en fast-forward. Sueñas despacio. Pues la vida se hace con calma mientras cuentan los minutos.
Times are changing todo el tiempo.
Dulces sueños antes de que la realidad comience a atormentarte luego de regresar despierto.
Soñar despierto. A retazos. Sin ningunas ganas de dormir. Porque es una pérdida de tiempo enfrentar la realidad y a la vez conciliar el sueño.
Es una pena rotular la intención de no titular.
Porque los títulos deberían preceder a la obra. U omitirse. Pero en ningún caso anunciar su no-existencia, como si fuese un ejercicio común a practicar por quienes deciden dejar de nombrar a sus piezas.
Hasta que no te das cuenta de que todas las cosas están hechas de otras cosas, no puedes comenzar a jugar con ellas.
¿Podrías repetir el acto de descubrir el nuevo mundo?
Donde las huellas de nuestra entrada por la costa se desvanezcan antes de que el próximo conquistador asome sus velas por el horizonte.