¡...ocho, nueve, diez! Y se estremeció la sala mientras sus dedos oscilaban en un contar apresurado. Los múltiplos de tres le devolvían esa calma inquieta que duraba apenas un instante. ¡Doce...!, y las gotas de sudor se detuvieron en la frente, cristalizadas sobre su mirada. ¡Quince!, mientras el aire terminaba de salir de sus pulmones...
Y desistió, apretando sus manos vacías, convencido ante todo el público de que podía volver a intentarlo.
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