Esa visión apocalíptica de la historia es algo que nos caracteriza a nosotros como occidentales, no es una filosofía de los mayas.
Golpear calabazas con la punta de la lengua. Mientras se escucha el tic-tac del Doomsday Clock.
El 2012 es un año para concretar proyectos. Cómo hacer que retumbe el planeta o ingrese un buen meteorito para no perder seguidores, minutos antes del n-ésimo pronóstico del fin de los tiempos.
En diciembre otra vez se acaba el mundo. Como si los prestidigitadores necesitasen presionar desesperadamente Ctrl+Alt+Del.
El postapocalipsis tiene su gracia: lo estamos sufriendo ahora. Aunque nos refresquen la falsa noticia de que el tiempo fluye en línea recta, el mundo está en guerra, no hay clima que por calentamiento no venga y que ya no hay vuelta atrás.
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