Viejo Mundo

Lo que más le emocionaba era la abundancia de comida. No podía pensar de un modo diferente: en realidad no había otro lugar como ése en la Tierra.

La emplumada ave, tras analizar desde los aires el pequeño oasis, descendió con cautela. Extensos kilómetros sin ingerir alimentos provocaba arduos reflejos... pero no estaba ante una alucinación.

Sus patas, firmes y alargadas, le permitieron realizar un recorrido por la espesura de la hierba. Dos árboles y una charca poco profunda eran los elementos más atractivos del entorno.

El excesivo calor condujo al pájaro hacia la orilla de las aguas para beber pequeños sorbos. Su instinto guió el pico hacia los microorganismos que flotaban como burbujas al azar. Aunque no aliviaban el apetito, podían ofrecerle al animalejo algunas horas extra de subsistencia y, lo más importante, otorgaban al experimento las muestras necesarias.

Una fuerte ventisca arrojó sobre los increíbles colores verdosos del terreno varias olas de la arena adyacente. ¡Qué percance! El ave decidió emprender el vuelo.

Poco después, agotada y sin aliento, planeó durante sus últimos segundos. Estaba a punto de desencadenarse el proceso.

Con la vista gris hacia el infinito, su metabolismo consumió los últimos brotes de energía. Función activada. Sustracción de lípidos, proteínas y carbohidratos. Copia inmediata de material genético. Transmisión de información. Muerte. Fin del proceso.

A lo "lejos", en una dimensión inmadura, la humanidad celebraba la calidad de los datos obtenidos. Suficientes para sintetizar compuestos orgánicos y luego obtener vida. El pago de una deuda con la naturaleza era imprescindible para vivir con la conciencia tranquila en el ciberespacio.

1 notas:

Alejandro Cuba Ruiz dijo...

Antenoche, a medida que iba transcurriendo WALL·E (largometraje de la Disney y Pixar), me vino a la mente el cuento "Viejo Mundo". Casi tres años atrás, el 26 de enero de 2006, lo había terminado para presentarlo en un concurso latinoamericano de Zoología Fantástica, bajo el seudónimo Pichón de la Suerte. Por cierto, la suerte no me acompañó, así que lo libero al espacio virtual para que al menos navegue por los canales de comunicación de dos o tres servidores de red.